lunes, 11 de enero de 2016

The Clue



Mucha sonrisa de cera,
mucha altiva soberbia
y un chinchín de champán
que suena a campana de entierro.
Mucho chascarrillo agorero
que se esconde entre los almohadones
de la alta sociedad.
La venganza se sirve en un plato
de lentejuelas y terciopelo.

En medio de la velada
la noche promete tormenta,
una suerte de rayos y truenos
en el mismo salón principal.
Cae una noche forzada
y un grito de pavor
corta la oscuridad.

Y en medio de la penumbra
se abre camino el desconcierto
pasmado ante ese cuerpo
que duerme para no volver a despertar.
Las miradas se pierden
entre los rincones de la habitación maldita,
persiguiendo pistas escondidas,
acechando secretos furtivos
que obliguen al culpable a confesar.

La candidez y la inocencia
desconfían de la indecencia,
sin dar crédito
a que el verdadero asesino
habite entre almohadones de plumón.

Entre las miradas y la inquietud
brota el verdadero ser
que yace tras capas de caviar y seda,
que vendería a su abuela
por un perfume de Channel.

Los diamantes se tornan flechas,
y cada princesa pudiera ser la viuda negra.

En cada habitación,
¿un culpable se esconde tras la puerta?
¿acecha una muerte dantesca?

La maldad embriaga la atmósfera
y finalmente la verdadera asesina se deja ver…

viernes, 9 de mayo de 2014

Se llevó su canción

Soñaba con su melena morena
y con su barba de maldito genio de la lámpara, 
con su guitarra de metro 
y su voz de estación a estación. 
Aspiraba a morirse de amor, 
de sonrisas que se clavan en el alma, 
de fiebres de medianoche
sobre sus arrugadas sábanas blancas. 

Esperaba caminar de su mano por cada jardín de Versalles
sobre la alfombra de su habitación
y tan solo divisó la penumbra
de una farola fundida
en el asiento trasero de un coche
aparcado en cualquier callejón, 
con un envoltorio vacío tirado en el suelo, 
abierto a mordiscos de falsa pasión 
y arrojado con falsos deseos. 

El dolor invadió sus recuerdos; 
ya sólo veía en blanco y negro
aquellos sueños que en el pasado
coloreaba un pintor con risas y besos. 
Ya no imaginaba sus labios, 
sus dedos tocando su cara
y sus susurros al oído
prometiendo la luna y el sol. 
Ya no sentía que algún día
sería la musa de cada poema,
la rima de cada canción. 
No aspiraba ni siquera a la asonancia, 
ni a un ritmo facilón
escondido en su guitarra
después de una copa barata, 
fingiendo falsa sorpresa en medio del desamor. 
No sería la única en cada balada, 
ni la reina de Saba, 
ni la piel que arropa su alma, 
ni su orilla de la chimenea, 
ni su hola a la vez que su adiós. 

De tanto que esperaba,
la esperanza se murió entre canciones grabadas, 
entre madera quemada, 
entre rimas revenidas 
escritas sobre servilletas de bar 
por el regusto del sudor y el alcohol
en cualquier tugurio de madrugada. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Algo más que consuelo...

Era algo más que un objeto vulgar, 
aunque también lo era por completo, 
basado en los barrios bajos 
de los bajos pensamientos. 
Era un(a) consolador(a) de almas
además de cuerpos. 
Su sexo besaba sus miedos, 
sus piernas hacían olvidar la razón
y cada uno de sus suspiros 
arrancaba un jadeo, 
les hacía volver a soñar
con sus requiebros de espalda, 
con cabalgarla una vez más sobre el colchón. 
Era una diosa mundana, 
una terapia en bragas, 
una receta de farmacia
para la ansiedad de los días
de calma y seguridad. 
Más de uno se escapaba
del cálido sabor del hogar, 
se inventaba duelos de lanzas, 
con tal de lanzarla media hora
sobre su cama, 
enredar sus dedos en su tanga, 
navegar por sus arrecifes de coral. 
No hay primavera más mojada
que la que se pasa en medio del mar. 
Y ella era un velero fugaz
en una tormenta calmada, 
una isla desierta en la que no se escucha nada
más que el sonido de la soledad, 
que invita a perderse entre las ramas. 

Nintuno tenía motivos
para regresar otra noche a sus sábanas, 
más que el refugio que proporcionaba
esa tienda de campaña,
donde no existían tapujos ni medias verdades,
donde se podía follar por follar, 
confesando un "la quiero"
en medio de tanta humedad. 
En cada madrugada sólo uno de los dos soñaba, 
sólo uno de los dos dormía 
con unos brazos en la cintura, 
con un "te quiero, mi vida!". 
Era su cueva la que se quedaba vacía. 
No llegaba a deslumbrarles el sol 
entre sus mantas; 
cuando llegaba la mañana, 
tan solo le quedaba esperar
hasta su próxima visita.  

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Fruta de temporada

Era una fruta de temporada, 
un dulce melocotón que llevarse a la boca
cuando el amargor de los días
ya no encuentra ningún sabor. 

Ella lo sabía, 
y aun así vendía sus mieles
por tan solo unos labios, 
para relamerse al instante con un "se marchó". 

Era una caminante de entretiempo
que no conocía el invierno ni sus nieves, 
ni el abrigro de las chimeneas
bajo los abrazos que quedan 
cuando los jadeos se apagan entre el fuego. 

Siempre era primavera entre sus piernas, 
con sus flores y sus dulces sabores...
Y el otoño derrabama sus hojas
cada mañana de desvelo
en los rincoles de su habitación. 

Los días, los meses pasaban, 
sin poder medir el tiempo 
en el que un hombre polar
suplicaba sin aliento
por pasar otro rato en su cama, 
olvidando el vaho 
que empañaba su propia morada. 

Nunca decía que no. 
Se sabía la ninfa del agua, 
que guía a los caballeros 
cuando se extravían por los senderos
entre la ruptura y el perdón; 
que los conduce hacia buen puerto
tras brindarles algo más que consejo, 
regalándoles un trozo de cielo 
bajo su cascada. 

No encontraba reproches 
con lo que llenar sus palabras
hacia aquellos que se llevaban 
un pedacito de su corazón
metido en una caja labrada
para adornar el tocador
en el que peina su melena 
una fruta de invernadero, 
que dura las cuatro estaciones
del año del amor. 

martes, 8 de octubre de 2013

Obtusa mujer

Era demasiado mujer, 
un whisky añejo en un frasco de chanel, 
unas medias de seda en un cutre burdel, 
un laberinto sin salida, 
el puzzle del millón de piezas, 
un barco de vapor que viaja a la deriva
y tira leños por la borda
porque no quiere volver. 

Intentó hacerse entender, 
pero hablaba chino mandarín
frente a inglesitos de la vida. 
Gastaba medias rotas 
frente a pijos de Madrid. 
Y el único techo que buscaba
era un manto de estrellas,
que inspirara sus flirteos con la danza y el amor. 
Tan solo deseaba
que alguna que otra noche
la sábana que la tapara
le tejiese un "te quiero"
para aguantar con su impulso 
otro mes desolador. 

De vez en cuando en un alarde
de calculada feminidad
vestía bragas con puntilla
y zapatos de tacón. 
Y su perfume embriagaba 
a algún perro callejero
que hurgaba en la basura
buscando algo que llevarse a la boca
además de consuelo. 

Ni ella misma conocía la respuesta
de la complicada ecuación, 
que la empujaba, 
con irremediable firmeza,  
a con unos locos perder la paciencia
y a otros locos regalarle el corazón. 

Era obtusa, deseada y temida por igual
y no había encontrado 
ni un solo cristal o espejo
que le devolviese su reflejo
con total fidelidad. 

lunes, 16 de septiembre de 2013

Unas suelas gastadas

Mil muertes, mil nombres de mujer en cada habitación, 
mil palabras escondidas a la sombra del silencio
de cada grito que se cobija en su regazo. 
No quiso perder el deseo
y casi le costó la razón. 
Y envolvió su locura en un celofán bohemio, 
en palabras de ternura fumadas en pipa, 
en el humo de sus abrazos. 

Paseaba por las calles buscando unos ojos verdes, 
a los que dedicar poemas
y cantar canciones de cuna
cuando ya se despereza el alba.
Y solo encontró ocasos de medias de rejilla
perdidos en algún bar. 
Tanto caminaba que repetía sus calles
y lo echaban de estaciones de metro ya conocidas, 
porque la locura de sus versos
encandilaban la primera copa, 
pero en la segunda ya tenía que pagar. 

No tenía más riqueza que sus suelas gastadas, 
un corazón de cuerdas de guitarra
y un cuaderno castigado por mil gomas de borrar, 
donde buscaba su reflejo. 
No encontró más espejo que un cristal hecho añicos, 
que le servía de caleidoscopio para las misses del alcohol
y de bar en bar declamaba sus bondades, 
mendigando una copa de ron
que le devolviera su cordura
y el recuerdo de esos ojos verdes
y de un paraíso de piel que tal vez nunca existió. 

jueves, 29 de agosto de 2013

Esencia felina

No era gata, sino pantera, 
y no era su sinuoso caminar lo que atraía a sus presas. 
Ni el tacón de aguja lo que los embrujaba, 
y aun así siempre volvían, 
a sus sábanas, 
al te muerdo hoy y te olvido mañana. 

No era su mirada felina, 
pero pudiera ser su maullar, 
ya desde el sofá, 
y su pelaje brillante que hipnotiza, 
que arrastra hacía la alcoba, 
que invita a quitarse la ropa. 

No había engaño, 
sólo verdades, que de tan ciertas ni se clavaban, 
un retozar sin puñales, 
unas caricias de terapia, 
un ronroneo de juegos en horizontal. 

En ocasiones uñas y zarpazos 
adornaban sus requiebros, 
su espalda curvada, 
sus jadeos que por mucho que maullan
nunca arrojan un te quiero. 
Esta figura felina sabe cual es su tejado
y a que luna hay que cantar. 

Atraviesa las ventanas, con unas pisadas suaves,
pero firmes al andar. 
Un sutil cascabel tintinea en la lejanía
y ella lame sus heridas, que no son pocas, 
y a menudo se repiten en estas noches claras, 
también en noches oscuras y nubladas, 
y, con resignación, vuelve a maullar a la luna
que es la única que le guarda total fidelidad.